El poder que el estado ejerce dentro de sus límites territoriales se caracteriza por gozar de una jurisdicción universal, es decir, todas las personas dentro de su territorio están sujetas a sus leyes, por ser dicha jurisdicción obligatoria. El poder absoluto del estado, identificado unívocamente con el monarca, fue defendido por los pensadores renacentistas, especialmente por el italiano Nicolás Maquiavelo, quien en El príncipe (1513) concebía la figura del gobernante como el vehículo para llevar a cabo los fines políticos del estado, cualesquiera que fuesen los medios empleados para ello. En la misma línea se manifestó el filósofo británico del siglo XVIII, Thomas Hobbes, que en su Leviatán (1651) consideraba el poder del gobierno como consecuencia de la transferencia de los poderes individuales de los ciudadanos. En ambas teorías encontró la nación-estado europea la justificación pragmática para la acentuación del autoritarismo.
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