Las primeras civilizaciones aparecieron en el Medio Oriente (Egipto y Mesopotamia), durante el IV milenio. Su existencia está ligada a la fertilidad, garantizada por los deltas de los ríos, y a una organización política y social ya muy evolucionada. Civilizaciones paralelas, ligadas a la presencia de los ríos, se encuentran junto al Indo, y, en China, junto al río Amarillo. Por lo que se refiere a Mesopotamia, el paso de la Prehistoria a la Historia es rápido. Desde el V milenio a. de C., ganaderos y agricultores se agrupan en comunidades neolíticas, caracterizadas por el empleo de utensilios de piedra pulimentada. Posteriormente, desde alrededor del año 3500 a. de C., algunas ciudades-estado, fundadas junto a los centros de cultivo, se dividen la zona del delta. Aunque el misterio sigue irresuelto en lo que se refiere a los sucesivos estadios de la evolución, lo cierto es que aquellos estados —o, sea, aquellas civilizaciones— estuvieron determinados por las condiciones naturales: la tierra era fértil, el agua abundante, pero había que contener las riadas, excavar canales, levantar diques, distribuir las tierras. ¿Cómo se originaron los primeros poderes despóticos, los únicos capaces de dominar aquellos mecanismos sociales tan complejos? Quizá no lo sepamos nunca.
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