Se da este nombre en sentido católico a la corriente de inten­sificación del interés por el estudio y la difusión de las Sagradas Escrituras que inauguró el papa León XIII y continuaron y desarrollaron sus sucesores. León XIII fundó en 1892 la Escuela Bíblica de Jerusalén, que confió a dominicos de la provincia francesa y a la cual se debe una valiosa obra de investigación (estudios, excavaciones) y de difusión, a través de publicaciones de alto nivel intelectual. En 1902 este mismo pontífice creó la Pontificia Comisión Bíblica, destinada a promover los estudios sobre la Biblia y vigilar su orientación que contó con la protección y animación de sus sucesores, en particular de Pío XII. A San Pío X se debe la creación del Pontificio Instituto Bíblico (1907), destinado a la formación de maestros en Sagrada Escritura, que encomendó a los jesuitas. Pío XI dispuso en 1927 que el Instituto tuviese una filial en Jerusalén, y en 1928 lo incorporó, aunque dotado...